Filósofa de poca monta con aspiraciones por encima de las estrellas, ego incalculable y un aburrimiento más grande que el puchero de una abuela.
lunes, 15 de octubre de 2012
Cuando sentirte infantil es la felicidad más pura
El sábado acudí con un grupos de amigos al Museo El Prado, Madrid. Bien, pues me sentí como una niña. Supongo que aquí, acudir al Prado, es como en Málaga, acudir al Picasso, algo que cada colegio hace un año sí y otro, según como esté la economía, también. Pues bien, para mí, que fue mi primera vez, y vengo de un segundo de Bachiller donde me rompí los codos para poder sacar la asignatura de Historia del Arte, fue toda una experiencia que nunca se me olvidara. El ir de sala en sala, admirando cuadros y escuchando o incluso acordarme de todas esas enseñanzas... sin duda fue una bella tarde, y más por que no tenía ni idea de que la Mona Lisa pintada por un discípulo de Leonardo se encontraba en el lugar, (bueno, alguna constancia tenía, pero sinceramente, no se me vino a la cabeza hasta que la vi). Y puedo asegurar que cuando la vi, me sentí como una niña pequeña ante cualquier objeto deseable. Por suerte, pude conformarme con la replica que vendían en la tienda de artículos, en la que por cierto, tuve cierta maña para poder colarme cuando estaban a punto de cerrar.
Sin duda, me avergüenza saber que cientos de jóvenes madrileños, teniendo tan cerca un lugar tan maravilloso como ese, no se dignen a pasar por el más a menudo. Si fuera por mí, hubiera acudido al lugar mucho antes.
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