¡Buenas noches, Bichitos!
No sé si os habréis dado ya cuenta, pero ¡el otoño ha llegado! Sí, esa jodida estación en la que vestirse para salir a la calle es como jugar a la ruleta rusa. Si tienes muy mala suerte puedes o morirte de frío o morirte de calor.
Y es que hemos entrado en esa época del año en la que haces caso a tu madre por una vez, y aunque veas que hay un Sol cojonudo, coges una chaqueta porque sabes que ese Sol puede cambiar en cualquier momento y convertirse en un montón de nubarrones negros y oscurecerse la calle y hacerte pensar por un momento que un vórtice espacio-temporal te ha transportado a Mordor.
Hoy mismo, esta mañana, conforme me he levantado, me he tenido que poner una chaqueta de pijama, porque yo soy de esas personas que tienen chaqueta de pijama. Horas después, me la he tenido que quitar porque me sentía como un pollo asado. Estoy comprobando que ya va siendo hora de que me la vuelva a poner sino quiero coger un resfriado.
Porque eso es lo malo que tienen estas épocas del año. Tú cuerpo sufre variaciones de las temperaturas y acabas teniendo un resfriado del quince. Y si eres mujer y ese resfriado te pilla en uno de esos días del mes... Apaga y vámonos, una ya siente que se va a morir en cualquier momento, mientras afuera, el día sigue cambiando.
Pero sí, el invierno se acerca y hasta entonces, en tu armario reina el caos. Porque empiezas a sacar la ropa de invierno, como camisetas de mangas largas, chaquetas, chalecos, camisas de pana... Pero no terminas de guardar la de verano. Y tu madre se estresa, porque para tener toda la ropa metida en el armario lo tienes como si una bomba hubiera explotado. Tú estas hasta el culo ya de las clases, porque esa es otra, en medio de la guerra campal que se libra, tú tienes que seguir acudiendo a clase. Y por si fuera poco, fuera de tu casa, el tiempo parece que no se termina de aclarar.
¿Y de quién es la culpa? ¡Del cambio climático!
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