Tengo amigos que conozco desde hace años.
Tengo amigos que han estado conmigo desde que era niña, otros que recién he conocido. Tengo amigos que he conocido en persona, otros con los que solo he tenido el gusto de hablar a través de internet.
Tengo amigos que se han encargado de estar siempre, que hace siglos que no hablo con ellos, pero que sé que siguen ahí, porque nos hemos encargado de estar ahí el uno para el otro.
Tengo amigos que habían estado conmigo, pero que ahora hemos tomado distintos camino, y ¡eh! no pasa nada, yo voy a seguir ahí, por si nuestros caminos se vuelven a cruzar, porque siguen siendo mis amigos, aunque el tiempo pase.
Tengo amigos que me han visto reír, llorar, emocionarme, fangirlear, chillar de la emoción. A los que siempre iba para pedir consejo, y que han visto como he cambiado. Y que han seguido aceptándome.
Tengo amigos que se han ido. Que no eran tan amigos, pero que los aprecio, porque ellos también han formado parte de mi vida y de quién soy ahora.
Tengo amigos con los que he hablado solo por teléfono, y he llorado solo con escuchar sus voces. Y con los que todavía no me creo que haya hablado. Que mi madre ha sido testigo de mi alegría y que sólo ha sabido decirme "mándale saludos".
Tengo amigos que acaban de llegar a mi vida, pero que son tan importantes como los viejos amigos, porque he llegado a un punto en el que no me oculto ante nada, ante nadie, por lo que si son amigos es porque saben como soy. Y sigo cayéndoles bien.
Tengo amigos que antes eran personas que admiraba, personas que llegaron un día a mi vida y sentí una especie de admiración por ellos que no es fácil de explicar, y que llegados un día, puf, nos hicimos amigos. Porque también la amistad se trata de momentos.
Tengo amigos. Y eso, sólo eso, es lo verdaderamente importante.
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