En estos últimos días me he estado dedicando a hacer limpieza de archivadores, carpetas y libretas en las que tenía cosas que he escrito. Para quién no lo sepa me gusta escribir historias y a veces peco de querer escribir todo lo que se me pasa por la cabeza, aún reconociendo que no es bueno. Aun reconociendo que es imposible escribir algunas cosas.
Por lo que, ahora, con veinte años y habiendo dejado que esas historias reposasen y viendo que no han madurado absolutamente nada, salvo pequeñas excepciones que he conservado, he decidido hacer limpieza y tirarlo todo. He cogido historias que solo tenían una hoja y las he tirado sin pensarlo dos veces. Porque era necesario.
Porque necesitaba tirarlo y dejar esa parte de mi pasado.
Mi sueño de ser escritora no lo he abandonado, pero siento que sino tiraba esas cosas nunca iba a poder crecer. No podía seguir conservando cosas que se repetían. No podía seguir guardando esas historias en las que los grupos de amigas que son populares, que están enamoradas y que tienen un grupo rival lleno de mujeres que su mayor pecado es que son casquivanas, un tipo de historia que repetía y que cambiaba solo nombres y aficiones. Deportes, canción, Consejo escolares... Cualquier cosa que se me pasara por la cabeza en el momento de escribirla.
También tenía que olvidar esas historias que utilizaba como sucedáneos para eludir la vida real. En las que utilizaba a un personaje para evocar todo aquello que yo deseaba en mi vida. En los que evocaba una estabilidad o en su defecto, unas aventuras que yo quería vivir, aventuras claramente imposibles con mis mejores amigas.
Sin embargo he conservado una de esas historias. Y posiblemente la he conservado porque es la única historia que ha evolucionado. Que empecé a escribí con once, doce años y ha crecido conmigo. Y la conservo porque, ha diferencia del resto que me atan al pasado, esta me hace ver que he crecido, y que he superado cierta etapa de mi vida. A veces también pasan estas cosas. Una historia te ayuda a crecer. Aunque no esté terminada.
Ninguna de mis historias están terminadas.
No he tirado todo. He conservado pequeñas cosas, como fichas de personajes. Siempre me ha gustado crear fichas de personajes que quería utilizar, pero nunca lo hacía. Pero solo las fichas que valían la pena, no aquellas copias de otros personajes.
Y ahora tengo un gran hueco en mi estantería. Y nuevas ganas recuperadas de seguir escribiendo nuevas cosas. Esas historias siempre tendrán un huequecito en mi corazón, en mi cabeza, porque me ayudaron a crecer. Pero era necesario.
Hay veces en las que hay que reconocer que una historia no es buena. Y tienes que deshacerte de ella para evitar que te ancle a ella, para evitar que te impida ver que delante tuya hay mejores historias que también merecen ser escritas.
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