Muy buenas, Bichitos.
Aprovechando que en agosto se suele tomar las verdaderas vacaciones en el sector de la educación, me gustaría hablaros de cómo alguien puede plantearse estudiar filosofía.
Realmente, a lo largo de mi vida he deseado estudiar muchas cosas. Arqueología, criminología, psicología, biología, antropología, sociología, psicología... Entre otras muchas. Supongo que como todo niño que se precie.
A los quince años entré en la secundaria de ciencias, y a los dieciséis entré en el bachiller de letras, tuve que empezar a descartar carreras, las matemáticas no eran lo mío.
Entré en el bachiller con la idea de estudiar filosofía. Primeramente me interesaba esa asignatura en la que se tocaban puntos tan dispares, pero que realmente sí tenían que ver. Me gustaba esa capacidad de debatir que tenían mis profesores filósofos y esa habilidad de defender tantos puntos de vista. Mi idea era estudiar biología, y en cambio de ello, encontré algo que me apasionaba mucho más. La bioética. Ese campo que todo el mundo me decía que estaba tan poco desarrollado. -Con el tiempo, la idea de entrar en la bioética fue menguando, pero esa es otra historia.-
El caso, es que pasarme la vida leyendo y pensando sobre cosas del pasado que tan bien se pueden aplicar hoy en día y que tan bien se siguen cumpliendo, no me asustaba. No me asustaban ni Nietzsche, ni Platón. Me interasaba Descartes, por el cual hoy día sigo teniendo un gusto particular.
Me gustaba la filosofía y no me daba miedo entrar en esa carrera que tan poco gustaba al resto del ser humano, como ya dije en una entrada anterior, por el hecho de enseñarte a pensar por ti mismo.
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