domingo, 30 de agosto de 2015

Gracias...

Nunca he pensado en escribirte. Aunque técnicamente no te estoy escribiendo. Esto lo leeran decenas de personas, menos tú. O quizás sí. El mundo es pequeño y la vida da vueltas. Por si lees esto, que sepas que gracias.

Gracias por esos años que me diste, por ser tu confidente y por las tardes que nos pasábamos tirados en el suelo, hablando de todo, hablando de la vida. Gracias por contarme tus inquietudes y tus sueños. Y por hacerme ver que yo también sería capaz de hacer cumplir los míos.

Gracias por darme momentos de felicidad, cuando sentía que el mundo pesaba demasiado. Nunca fue una carga compartida, pero dejamos peso por el camino, me lo hiciste todo mucho más llevadero.

Gracias por ser esa primera persona con la que me sentí ilusionada, aun cuando no tenía edad para ello. Por ser esa persona de la que no me avergonzaba a hablar a mi familia.

Hace muchos años que nuestros caminos se separaron, y nunca han vuelto a coincidir, aunque sí que nos hemos encontrado. Posiblemente ya no te acordarás de mí, y tú ya sólo eres una sombra de mis recuerdos. Y quizás por eso te quiero escribir ésto. Antes de que desaparezca para siempre este sentimiento.

Te debo mucho. Aunque, por supuesto, tú eso nunca lo sabrás.

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